martes, 13 de diciembre de 2011

MI VIDA Y TÚ: algo personal



Desde que tengo uso de razón he tenido todo cuanto he deseado, en el buen sentido de la palabra, a la buena ¡vaya! gracias al esfuerzo de mis padres que desde que llegué a este mundo de maravillas, pero también de desgracias, ellos se han encargado de que no me falte nada, de cuidarme y de protegerme ante los riesgos existentes. Me han dado felicidad, seguridad, comida y por si fuera poco ¡estudio!
                Mi niñez, bueno, ciertamente  lo que recuerdo de mi infancia  es que era muy berrinchuda, corajuda y desde siempre he sido muy sentimental; recuerdo que mamá me regañaba y yo caía en llanto profundo, hasta que mi naricita chata quedaba completamente roja,  y a mamá le encantaba hacerme llorar para luego reconfortarme con un apapacho y decirme cuanto me quería.
Dentro de las cosas buenas, me agradaba dibujar y hasta quería ser una “gran pintora”, incluso ingresé a clases de dibujo, pero ese ha sido el único sueño no alcanzado, hasta el momento, aclaro. Tengo el deseo de pintar mi vida, de hablar a través de la pintura, de dibujar lo que los demás no ven, de plasmar en un cuadro la abstracción de la vida, los pasos del viento y el sonido de las aves; quisiera  también dibujar la manifestación del amor.
Tuve la fortuna de heredar el “don” de dibujar gracias a mi padre, que hasta hoy me reprocha que le extravíe un gran libro de dibujos hechos por él mismo, y aunque no estoy segura que yo lo perdí algo me dice que así fue, pues me encantaba contemplar sus dibujos y soñaba con tener uno  propio, y al final no sé dónde quedó.
La adolescencia fue la etapa en las que más dibujé, hice autorretratos, manifesté mis emociones, en esos momentos, dibujaba lugares utópicos, paisajes locales y por supuesto ojos solitarios, ¿ojos? Sí, ojos porque ellos son la ventana del alma de todo ser y me apasionaba dibujarlos y más aún si eran claros. Aún recuerdo cuando dibujé a mamá mientras dormía, me salió perfecto, fue uno de los mejores dibujos que he hecho considerando también el rostro del adorado actor Leonardo DiCaprio.
                Viví mi niñez feliz en compañía de mis seres más queridos, mis padres, y mi hermana y, aunque me duele no haber convivido con mi hermano, y eso no porque yo lo haya elegido, sino porque él prefirió una vida distinta en los Estados Unidos, pero a pesar de la distancia y del poco trato que a mis 21 años con 358 días llevo, lo quiero mucho porque no deja ser mi hermano mayor y le debo respeto.
Recuerdo cuando lo conocí. Suena raro, lo sé, pero cuando el partió, yo era apenas una bebé y obviamente no lo recordaba, por eso yo lo conocí a él seis años después cuando decidió venir a visitar la familia, y así sucesivamente cada año o a veces cada tres lo veo, pero es mi hermano.
¡Ah!, y como olvidar el descontrol familiar que provocó su primer  matrimonio, sí, no lo juzgo, pero cometió algunas  faltas en esta vida y debido a este suceso provocó en mamá la baja presión y para el resto de sus días, aún recuerdo cuando mamá lloraba, es una etapa muy triste, y lo hacía porque su mente y corazón no eran capaces de entender la situación que la familia enfrentaba y, aunque ella es muy fuerte era inevitable derramar una o varias lagrimas.
Yo era muy pequeña y no entendía lo que sucedía, sólo veía a mamá sufrir y yo sufría con ella, porque no me gustaba verla así, conforme yo fui creciendo ella superaba ese dolor de madre, pero no del todo, pues le han quedado secuelas reflejadas en su salud.
Y qué más puedo decir de mi infancia, en realidad recuerdo poco. Algo que tengo grabado es que mi padre me quería mucho y, no digo que ahora no sea así, pero se volvió muy frío, nada que ver cuando me abrazaba y me impulsaba, aunque era muy pequeña, a seguir adelante y a luchar por lo que quería. Pero fui creciendo y conforme pasaba el tiempo me iba apartando más de él o él de mí, no sé.
Al llegar la adolescencia, conocí eso que llaman “amor” pero ciertamente a esa edad, no lo es. Una etapa difícil de comprender y más aún de sobrellevar, experimenté sólo lo que cualquier chica puede hacer sin adelantarse a “vivir”, claro, yo quería correr, pero apenas podía caminar, quería comerme el mundo en una tarde. Fui muy feliz,  aprendí a llorar y a sufrir, pero también a resistir.
Toda esta etapa paso tan rápido como un abrir y cerrar de ojos, llegaba la hora de preocuparme por mí, por un futuro próspero, tenía que pensar en qué quería ser de grande, como comúnmente se dice.
                Por lo pronto entré a la preparatoria y ya  a la mitad de ella, me cayó el veinte, me surgió la preocupación por estudiar y ser alguien importante en la vida, una persona con capacidades para poder llevar a cabo “negocios”, por lo cual, decidí dedicarme y entrar de lleno al estudio.           Este ciclo de preparatoria se pasó volando, en menos tiempo de lo que esperaba ya había concluido satisfactoriamente.
Lo mejor estaba por venir, ingresé a la Licenciatura en Lingüística, por error claro. En realidad quería educación especial y no quedé, pero ¿sabes qué? lingüística  es una carrera hermosa y me encanta y,  orgullosamente digo que soy Lingüista de profesión; que aprendí a valorar la lengua, y ahora me encargo de cuidarla, conservarla y hacer de ella su mejor difusión.
En este ciclo de vida, aprendí a ser profesional, me instruyeron los mejores profesores a los que ahora agradezco su dedicación y les debo mucho respeto. Por primera vez en la vida me sentí útil, pude destacar entre las mejores y aunque contraje  muchas envidias, yo estoy feliz con lo que logré.
Académicamente fue una etapa llena de sabiduría y progreso, además de esperanza profesional. Hice mi mayor esfuerzo ante todo. Nada de lo que  sucedía me hacia tambalear en mis sueños, siempre puse todo de mí y ahora está reflejado en dos números, separados por un punto.
Como lo es en todos los casos, hubo fallas, errores, tropiezos o malos pasos, que me enseñaron a madurar como persona, a comprender y ver  la vida  desde otras expectativas.
Justamente en este ciclo de mi vida aprendí lo más difícil para todo ser humano, cerrar puertas, sacar de el alma lo que no sirve, lo que te perjudica, beneficiándome con la mirada hacia nuevos horizontes, llenos de luz y tranquilidad que te trasmiten la dicha y no la infelicidad.
Debo reconocer que, es difícil cerrar ciclos, pero de nada sirve dejarlos abiertos cuando lo único que entra es tristeza y  desesperanza. Debemos de ver por nosotros, de renovarnos cuando nos invade el mal, de crecer, de cambiar y claro todo para bien.
Ah, pero aquí viene lo mejor. Dentro de todo lo desagradable que viví en este ciclo,  aunque no todo fue oscuridad. De pronto una luz llego a mí, cuando menos la esperaba a tocarme el corazón, y me pareció extraño, por ello me resistí ante esto, pues nunca había visto brillar el sol tan de cerca  y tuve miedo de seguir, me estanqué ahí en el mismo hoyo gris en el que siempre había estado.
Pero tuve la fortuna de que esa luz viniera a mí, me buscará  e iluminará el camino chueco por el que estaba yendo, aún así me resistí, ese mal hábito que todos alguna vez tenemos de no tirar lo que ya no sirve porque estamos acostumbrados a eso, ése hábito invadió mi persona y me límite a pensar, pero afortunadamente a mi alrededor tuve amigos que se preocuparon por mí y me encaminaron hacia el lado justo.
La lucecita siempre estuvo ahí, conmigo, al pie, mostrándome día con día las maravillas que con ella venían, la calidad de vida que podía tener tan sólo con una oportunidad a su favor.
Poco a poco me di cuenta que esa luz tenía futuro, que era fiel, siempre me cuidaba y no me deja sola, al paso del tiempo me inspiro estar cada vez más cerca de ella. Me  di la grata oportunidad de dejarla entrar en mi vida. Con errores y con virtudes me aceptó  tal y como soy, lo cual agradezco tanto como el hecho de haber aparecido en mi vida.
Hoy puedo decir abiertamente que esa luz eres tú amor. Tú has proyectado en mí la tranquilidad del espíritu, sensaciones nunca antes vividas. Ahora mi corazón está completamente sano, lleno de vida y de felicidad y por si eso fuera poco, de esperanza.
Me has dado lecciones de vida, me has ayudado a crecer, has vuelto en mí la confianza y  la seguridad. Eres un hombre maravilloso, el que yo quiero para siempre.
Gracias una y otra vez, por enseñarme y demostrarme lo que es amar con madurez y con respeto, compartir la vida contigo es lo mejor que he vivido; es un amor de calidad, de entrega total y para ser sincera no conocía el verdadero amor hasta que llegaste tú.
Porque tú eres esa persona a la que admiro, por estar donde está, por tener sueños y metas, porque luchas por conseguirlas,  pero sobretodo por incluirme en ellas y por pensar conmigo a futuro.
Me siento plenamente feliz, completa, como nunca antes lo había estado y  con mayúsculas te digo TE AMO.
 Ahora soy una profesional ENAMORADA, gracias a mis padres y a ti, por impulsarme a seguir adelante, tengo una carrera y vamos juntos por la tuya, te tengo a ti y tú a mí, y ojalá sea por siempre amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario